miércoles, 4 de enero de 2017

Ser medicina

Cuando enferma una persona que amamos, nuestras estructuras tiemblan y se descomponen hasta el quebranto. En medio de esta zona de derrumbes hay una sola experiencia capaz de confortarnos, en ella culminan las fases del duelo, y el paisaje de la vida retoma su continuidad de una manera armoniosa, esta experiencia se llama: Aceptación, y es posible alcanzarla a medida que damos valor a nuestros sentimientos y el dolor se convierte en una semilla de amor imperecedera. Vida y muerte son leyes universales que traen consigo el aprendizaje de la fuerza y la vulnerabilidad humanas. La enfermedad nos pesa y absorbe nuestros pensamientos y sentimientos constantemente, porque uno mismo quisiera ser medicina, la sangre que alimenta al otro, el puente entre lo que llamamos vida y lo que llamamos muerte. Esta entrega física, mental y espiritual, aunque esté motivada por el amor más profundo, es desgastante, hace que nos llenemos de tristeza y enojo; pero es más llevadera cuando comprendemos la importancia de nutrir nuestro propio ser y aprender a disfrutar la vida en sus nuevas formas. El corazón adolorido termina por hacernos comprender que para sobrevivir al más grande de los lutos, es necesario sostenernos de otras manos y tocar otros corazones que están viviendo lo mismo.

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