domingo, 8 de enero de 2017

Malaika La Princesa - Película Completa HD

La profunda voz de la Tierra (Para hablar de la muerte con los niños, capítulo I) Antes de entrar en el camino de la muerte, debería haber un letrero fluorescente con una pregunta, una advertencia y una oportunidad de retroceder para poder enmendarnos las heridas. La pregunta: ¿con cuánto amor cruzaste el camino de la vida? la advertencia: estás a punto de vivir la Aventura más grande, si algo te faltó darle a los demás, regresa ahora o esta senda te será imposible; la oportunidad: dentro del bosque de tu ser hay un puente para que tú elijas la forma en que volverás a aquellos momentos de entrega que no supiste aprovechar antes. Supongo que este letrero no existe, porque el camino de la vida y el camino de la muerte, no son diferentes, son un solo camino, que se intrinca para nuestro aprendizaje y, aparentemente concluye con la muerte.
Los Vedas describen una de las fases que atravieza la conciencia en el más allá, como esto que describimos antes, más que un juicio final el alma se encuentra con el amor puro -para muchas personas que regresaron a la vida después unos minutos de muerte clínica este amor se presenta como una luz cálida, para otros es una puerta luminosa o Dios mismo, pero todos coinciden con este sentimiento de amor incondicional- aquí, la reflexión sobre la propia vida no resulta una herramienta de castigo o imposición, sino un instrumento de evolución; una terapia con la luz misma, con el propio amor. Definitivamente yo prefiero pensar así, que hemos tenido muchas oportunidades de aprender lo más valioso de nuestra humanidad a través de este viaje, y que para completarnos hay que aprender durante la ruta, eso que venimos a ofrendar.
Las niñas, los niños, son maestros de la ofrenda, y nos preguntamos cómo abordar con ellos los temas de la vida, la enfermedad y la muerte; pero ellos son quienes vinieron a enseñarnos. Estas personas grandiosas que valoran la vida, la belleza, la alegría y la humanidad, saben antes que nosotros mismos cómo nos sentimos. No necesitamos decirles que estamos preocupados o tristes, lo sienten y reaccionan a nuestros sentimientos. Un bebé de cero a veinticuatro meses de edad no está consciente de sus fronteras físicas y sentirá la ausencia y angustia de su madre como la muerte misma, es decir: estar con el bebé en todo momento, en un estado de serenidad, evitará que genere angustia por la muerte. Cuando crece y pregunta, entre otras cosas, sobre la culminación de la vida, podemos recurrir a las metáforas de transformación, aterrizando el tema con intercambio de cogniciones: la metamorfosis de la mariposa, el cambio de traje de un astronauta, la presencia en las estellas de nuestros seres queridos. Al preguntarle si lo ha comprendido, notaremos que el uso de estas metáforas no restó veracidad a la explicación sobre la muerte; ellos las entienden mejor que nosotros.
Por escandaloso que parezca, cuando un ser querido se va, es muy importante para el proceso de duelo de los niños despedirse, formar parte del ritual funerario, saber que el llanto es natural y el dolor es compartido, que no están solos en este trance. Para que todas las muertes de los que ama, y su propio camino sean lo que deberían ser para nosotros: soltarse, liberarse, renacer; una nueva oportunidad de unirnos con el todo; sembrarnos profundamente en la Tierra y vibrar más allá de las fronteras físicas a través del amor que venimos a dar.
Aquí les dejo a Malaika, con una hermosa herramienta para compartir en familia la conciencia de la muerte:

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